21.1.11

Julián Rodríguez: Tríptico / Santos que yo te pinte

Entre las numerosas obligaciones del bedel gordito, la de abrirle la puerta del laboratorio a la señorita Gladys no es la menos importante. Eso ocurre dos veces por semana. También debe saludar con una leve inclinación de cabeza a los profesores que entran y salen del colegio. El bedel gordito odia la frase “la realidad supera a la ficción”, porque su realidad consiste en abrir puertas e inclinar la cabeza. Vale, también en mirar de reojo el trasero de la señorita Gladys. Pero la ficción, ay, sólo está en las novelas, que por lo general lo mantienen ocupado el resto del día.

Por eso ha leído dos veces Tríptico y una Santos que yo te pinte, las dos últimas novelas de Julián Rodríguez. ¿Por eso? Sí, por eso. El historial afectivo del bedel gordito puede consultarse en algunas páginas de Internet —concretamente, en las categorías “anime” y “housewives”—, pero de haber sido otra persona, no necesariamente Julián Rodríguez, el bedel gordito está seguro de que esos dos libros se parecerían a él.  Más que obras de ficción son novelas hechas de indicios, como si se tratara de textos escritos de memoria y la dislexia fuera el verdadero lenguaje de la memoria. Al terminar Tríptico, se preguntaba: de qué me han hablado, ¿de amor, de desamor, de amor propio? Aún no tiene una respuesta, pero sabe que la pregunta es ésa, no qué le han contado sino de qué le han hablado.

“La gente es feliz de una manera inquietante, dijo alguien después de la imagen fugaz de los gansos. Quienes  cavaban los huertos como padre, rezaban viejas oraciones, y rezaban cada día porque era consuelo gratuito. Sonaba todo como palabras retumbando en la caja del televisor, y el mensajero sonreía y me enseñaba su mano, llena de billetes y monedas. Es mejor perder para ir más ligero, creo que dijo luego, antes de desaparecer.”

Sí, podría formar parte de un poema de John Ashbery, pero no. Si Gordon Lish, el editor de Raymond Carver, se encargó de tacharle fragmentos de los relatos hasta dejarlos tal y como los conocemos, Julián Rodríguez ha optado por hacerlo todo él mismo. Lo explica en la Nota del autor: se ha pasado diez años quitando y reescribiendo hasta dar con el registro de estas dos novelas brevísimas. Casi como si se tratara de poesía, piensa el bedel gordito, pero sin resultar poético. Al bedel gordito le gusta la poesía prosaica de Ashbery pero detesta las novelas poéticas. Está bien, se dice, voy a volver a leerlas, pero esta vez lo haré pensando en la señorita Gladys.


*Santos que yo te pinte, de Julián Rodríguez (Errata Naturae, 2010). Diseño de la cubierta: David Sánchez, 2010. 
*Jualián Rodríguez. Foto: © Corina Arranz, 2010.