7.3.11

Martín López-Vega: Adulto extranjero

Ella era una muchacha aseada a la que no le faltaban ofertas de matrimonio, así que a su madre se le rompió el corazón cuando se casó con José Alberto Fonseca, un atracador de gasolineras conocido en la comarca por su temperamento inmoderado. Cuando el hombre murió, a la madre le chocó que no fuera a causa de una reyerta o un tiroteo, sino de viruelas.

Desde entonces, y ante los continuos galanteos, la muchaha ya señora se escuda en el luto y piensa: ¡Con lo limpia que una duerme sin hombres!, haciendo de un verso de Jorge Gimeno una forma de vida.

En la cantina hay consenso: la señora está muy pero que muy bien para su edad.

El panadero le ha traído El hombre sin atributos, la Antología de poetas murcianos de Raimundo de los Reyes y Adulto extranjero, de Martín López-Vega. Este último parecía el más ameno, así que lo lee mientras acaricia a su gato (cuyo nombre es José Alberto Fonseca, más por falta de inventiva para bautizar mascotas, debe reconocerlo, que por exigencias del luto).

Adulto extranjero, dice el asturiano. El libro es el viaje de alguien enamorado de viajar y muy probablemente, al menos por momentos, enamorado a secas. ¿Puede ser rococó lo que se afirma sin énfasis? Sophia de Mello aseguraba que la poesía es una moral y que su biografía estaba en su obra. López-Vega suscribiría ambas cosas para luego desdecirse en sus poemas: se ríe de la moral (escribe follar cuando lo que en verdad quiere decir es follar) y hace de sus peripecias poemas, no biografía. Porque a la señora que está muy bien para su edad nunca le han robado la ropa mientras se bañaba con un hombre, y menos con José Alberto Fonseca, pero la escena le resulta familiar de esa forma rara que mezcla un recuerdo de juventud y varias fantasías (nunca admitiría que el panadero le hace tilín).

Déjame, Sentido, no me des distancia ninguna
para mejor ver, quiero sólo guardar
lo hermosa que fue la noche que nos robaron todo.

Le parece que el libro incluye algún poema prescindible (Instrucción para la elaboración de colores para la pintura, Epifanía de la poesía, por ejemplo), pero no puede decir que sean peores porque disuenen del resto, sino porque ella ve las cosas de otro modo. Virtud de la poesía confesional: un orzuelo de estilo pueden ser también presbicia del ojo lector. Relativismo, se dice, pero algunos días una necesita volver a lo seguro, aunque sea en forma de inseguridad concienzuda, de tanteo implacable. Ciudades que no ha visto, amores que le son ajenos, todo se le hace cercano porque así está escrito. La profilaxis de otros poetas es aquí lubricidad. La nostalgia envasada al vacío que llena sus estanterías es en Adulto Extranjero un himno al presente. Mientras otros jóvenes (jóvenes comparados con la señora que está muy bien para su edad) proclaman la tentación del lenguaje, Martín López-Vega busca la intensidad en las cosas: los periódicos, las sillas, ciertos recuerdos que siguen ahí.

Y una acaba queriendo más, sintiendo mejor. Ay, el panadero, el único hombre de Hombre lento que si supiera, si quisiera…