12.1.11

Sr. Chinarro / Pájaro Jack / Tannhäuser

Anoche, el muchacho del pueblo que estudia fuera estuvo en un concierto múltiple que organizaba, según creyó entender, alguna institución pública. En cualquier caso, él iba por ver a Sr. Chinarro, como tantos muchachos de pueblo.
Cuando empezó el concierto -con precisión horaria y sin cerveza, como es costumbre en las instituciones- el muchacho del pueblo que estudia fuera se sintió algo confuso. El concierto de Sr. Chinarro era acústico y sin banda, así que sólo estaba su cantante, Antonio Luque. Eso, sin embargo, no le disgustaba. Lo que le causó confusión fue notar que Luque cantaba mejor, pero de acuerdo con una medida de lo que es «cantar bien» que no le resultaba propia. Aquello que le había atraído siempre en la voz de Chinarro era el uso: una voz monótona, encajada como otro instrumento de la composición, flexible y a la vez rígida, que podía cruzar lo impersonal con el oído andaluz. Escuchar a Luque buscando tonalidades de cantautor era algo que no acababa de comprender. (Por el contrario, Luque seguía sin tocar muy bien la guitarra, pero no se fijó demasiado en ello.)
El muchacho del pueblo que estudia fuera empezó a incomodarse cuando comprendió que Luque, como solía hacer en los últimos años, no quería acercarse a la primera época de Sr. Chinarro, aquella anterior a El fuego amigo. Le cuesta entender que alguien haya compuesto El porqué de mis peinados o La primera ópera envasada al vacío y decida más tarde olvidarlos. Aquellas letras eran un juego, en ocasiones tal vez un juego excesivo, pero, a través de la escucha, de la nota suelta, del retazo hablado, también eran una forma de insinuar historias (como estar fisgando por los pequeños huecos de una persiana, decía el muchacho de pueblo que estudia fuera). Con las letras recientes le ocurre lo mismo que con la nueva voz de Luque: le hacen pensar más en un cantautor, con dejes moralistas de buen ciudadano, que en la inquietud indie de los principios. Reconoce que le sigue gustando El fuego amigo, quizá el último disco que puede apreciar de Chinarro; reconoce que «Los ángeles» o «Del montón»  o «El Gran Poder» también le conmueven, pero pocas veces encuentra ya en Chinarro aquello que le importaba entonces. Las canciones inéditas que Luque fue anunciando pusieron, de algún modo, una confirmación mayor de lejanía.
El segundo concierto, sin embargo, le sorprendió. Le sonaba el nombre de Pájaro Jack, quizá de verlos en algún bar. No esperaba que fuesen tan jóvenes, tan pulcros, como buenos estudiantes de un colegio marista. Pero desde las primeras canciones encontró detalles que le sorprendían, el ajuste de las voces, la discreta precisión del piano, las pequeñas pausas calculadas. A veces le recordaban a Wilco, con los desarrollos y las densidades instrumentales; a veces le hacían pensar en aquello que Lori Meyers podrían haber hecho si se hubiesen atrevido a seguir explorando cierto pop de armonías, entre The Zombies y Los Brincos. Le pareció algo emotivo y contagioso, como aquello que le hace disfrutar.
El muchacho del pueblo que estudia fuera no se quedó al concierto de Tannhäuser: en los diez minutos de intermedio, un par de amigos le propusieron acercarse a un bar.


*Los ángeles. Sr. Chinarro [Ronroneando, 2008]

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